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El silencio de Justo

Las brisas de la tarde solían avisarnos que quedaban pocas horas de luz para jugar. No sólo estábamos Justo y yo, había varios chicos más, estaban Lucio, Lautaro y Ramón, hijos de los peones. Todos deambulábamos por los rincones del campo en busca de algo novedoso que nos distrajese hasta el día siguiente.
También tomábamos mucho mate. Como nuestro tío nos había enseñado a respetar las costumbres de los demás; metíamos la boca en esa bombilla y chupábamos como el resto, pero era más una cuestión de educación que otra cosa; nosotros detestábamos el mate.
Entre los surcos del maizal solíamos escondernos y jugar a policías y ladrones. Justo, mi hermano, prefería formar parte de la ley. Tenía dos años más que yo y aprovechaba su condición de policía para tomarme de prisionero y aporrearme un rato. Yo quedaba con algunos hematomas. Sus golpes, a veces, eran más salvajes de lo que mis flacos brazos podían soportar.
Una vez me ató una soga a los pies y me colgó a una rama del árbol: me dejó allí con mi cabeza mirando al suelo. Creo que se tomaba el juego bastante en serio.
No sé por qué, pero Ramón, Lautaro y Lucio dejaron de jugar con nosotros. No podría decir desde que momento exacto sucedió; solo ocurrió. Después de un tiempo, comenzaron a mirarnos desde lejos mientras salíamos a cabalgar en Luna y Chusco, nuestros caballos preferidos. Han pasado unos pocos años desde aquellas sesiones interminables de juegos y corridas en los atardeceres, pero como si se hubiese levantado un muro entre nosotros, hoy nos miramos a la distancia: ahora pasamos a ser los hijos del patrón.
Justo no emitía una sola palabra, tan sólo miraba hacia el horizonte como un hombre grande y solitario. Algunas veces temía que quisiera colgarme del árbol nuevamente, por eso no me animaba a decirle nada. Es que una vez lo he visto en una pelea: ¡Nadie desearía ver enojado a Justo!
Nuestros padres murieron en un accidente de autos cuando éramos chicos, tan chicos que nunca los vimos más que en fotos. Luego, nuestros tíos: Julio Alcorta y Adela Aráoz, nos adoptaron. Ellos siempre nos trataron como a sus hijos y Pancho; Delfina; Rafael y Belisario como a sus hermanos. Yo siempre me llevé bien con todos y los quiero mucho, pero Justo y yo tenemos una relación especial.
Cuando íbamos a caballo le echaba una mirada y él me la devolvía. Entonces él se sonreía y yo le devolvía la sonrisa. No hacía falta más que eso para saber que estaríamos juntos por siempre.
Mi hermano es un chico fornido. Si bien aún no le han crecido pelos en sus sobacos es como un chico grande. Se ha peleado varias veces, pero no es él el agresor, siempre se defiende de los demás. Es que Justo es mudo. En realidad no es mudo, pero no habla demasiado; aunque lo ha hecho algunas veces. Las maestras en el colegio tratan de no preguntarle muchas cosas sobre historia o geografía pero el profesor de matemáticas lo interroga seguido; si le hace una pregunta en dónde la respuesta es un número, él siempre levanta su mano y representa el número que corresponde; siempre y cuando los dedos le alcancen para hacerlo. Dicen que hace unos años, yo no lo recuerdo, habló con mis tíos. Ellos le dijeron algo de mí y él sólo dijo “De mi hermano me ocupo yo, no se preocupen”. Y es así; él siempre se ocupa de mí, en silencio pero lo hace.
Cuando va a Misa los domingos, cada vez que recibe la hostia dice en un inconfundible castellano: “Amén”. Si alguien le pregunta algo en la calle, como el año pasado una señora que le preguntó como se llamaba, él no sólo contestó su nombre sino que le repreguntó a aquella extraña el suyo. Y, por último, este año lo he escuchado reír con claridad mientras jugaba con mis hermanos; tan claro era el sonido de sus risas que parecía poder escucharlo.
Sin duda, los monólogos más importantes los he escuchado en sus sueños. Es por eso que todos los años yo insisto en que nos vayamos para el campo porque es el único lugar donde he escuchado a mi hermano tan charlatán. No es que se explaya demasiado pero cuando habla en medio de la oscuridad yo escucho nítidas sus palabras, sin interrupciones. Y también existe una razón más importante, es el único lugar donde suele hablar sobre nuestros padres. Claro, en sueños, pero si me hago un poco el distraído, como si no lo supiese, mi familia vuelve a revivir.
Recuerdo que una tarde estábamos con Chusco y Luna y una liebre de campo se nos cruzó en el camino. Era como un conejo silvestre pero más grande. La liebre salió disparada haciendo zigzag de un lado a otro. Justo taqueó a Luna y la persiguió. Era más que nada una diversión, porque de haberla alcanzado no hubiese podido agarrarla. Luego, cuando se cansó, volvió a mi lado. Entonces me miró y se sonrió. Siempre me devolvía una sonrisa, salvo una vez que no lo hizo: cuando unos meses atrás le había preguntado por nuestros padres.
Aquella tarde ya estábamos de regreso y las chicharras presagiaban un calor venidero. Los toros rumiaban desesperados porque la mañana siguiente los iban a soltar para que sirviesen a las vacas, y esos sonidos se entrecruzaban con el croar de las ranas. Todos esos ruidos me eran familiares, con ellos había crecido y, a la vez, me habían servidos para llenar los vacíos que dejaba Justo. Esa tarde no pude contenerme, quería saber por qué mi hermano no quería hablar:

- Justo....
- (…) - él se sorprendía cuando uno le hablaba, por eso giraba lentamente su cabeza
- ¿Te puedo preguntar algo?
- (…) - y asintió con la cabeza pero no de tan buena gana.
- ¿Vos sabés que por las noches hablas? –dije con algo de miedo
Justo pareció sorprenderse, porque su mirada, siempre tranquila y orientada al horizonte, ahora, se clavaba en mí.
- Te escuché muy pocas veces hablar. Algunas noches gritas el nombre de mamá. También nombraste a papá varias veces. A veces lloras en sueños. ¿Cómo puede ser que hables algo por las noches y de día no digas nada? ¿Por qué siempre te escucho hablar en el campo? Quiero saber que te pasa...

Justo miró el horizonte de nuevo. A mi me dolía la cola de tanto trotar con Chusco, quien ya relinchaba pidiendo el regreso a casa por un poco de alfalfa y agua. Luego, giró su cabeza hacia mí y se sonrió. Y cómo si quisiese hacerme un pequeño regalo silbó bajo, y luego se llevó el dedo índice a su boca pidiéndome silencio. En ese instante unos chimangos que volaban alrededor de la copa de los árboles cantaban y él sonrió feliz. Me miró y extendió sus brazos como diciéndome que no necesitaba decir nada más. Yo no estuve seguro sobre qué deseaba decirme, pero me emocioné igual, como si hubiese hablado.
Comencé a llorar como no lo había hecho nunca. Me tiré del caballo y corrí hacia él. Tomé sus pies y los abracé entre llantos desesperados. Sentí que Justo había revivido, mojé un poco sus alpargatas con mis lágrimas. No sé por qué, pero también pensé en la muerte de mis padres. Entonces, me acarició la cabeza con la palma de su mano. Yo respeté su silencio una vez más, como lo había hecho siempre. Esa noche fue la más feliz de mi vida.
Ha llegado Marzo y ya hemos llegado del campo. En unos días celebraremos el cumpleaños de Justo. Siempre tengo esperanzas que los años le traigan alguna palabra, que decida hablar más de lo que lo ha hecho hasta ahora. Yo lo miro todas las noches y él me sonríe; entonces, ya no siento la necesidad de saber que ha pasado con él.
A partir de aquel día de cabalgata, me ha invadido la idea de que Justo va a hablar en cualquier momento; y sin comprender el motivo, a veces me asusta. Si algún día Justo habla, nuestros otros hermanos se verán atraídos hacia él, porque es el hermano más grande, y va a ser una noticia muy importante escucharlo hablar. No me gustaría que Justo les preste más atención a ellos que a mí. Mientras estuvo callado, sus sonrisas me convencían que teníamos una relación especial. Si me diesen a elegir entre la posibilidad que Justo sea un chico silencioso o un charlatán, preferiría la primera opción; eso si, si él así lo prefiere.
Ilustraciones Nadia Vitola
http://www.nadiavitola.blogspot.com/

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
ME ENCANTO "EL SILENCIO DE jUSTO", SOY COMPAÑERA DEL POSGRADO DE d. fAMILIA EN uca. te felicito!!!
segui escribiendo porque es un deleite leer tus cuentos...
MArisa Amado.-
Anónimo ha dicho que…
Abue!!!
Me encantó!!!. Una vez que terminé de leerlo, cerre los ojos y me vino a la cabeza, o al corazón tu cara, tu sonrisa!!!
Fue una gran gracia haberte conocido y poder conocerte a través de tus escritod un poco más.
Te extraño un montón, pero se que es el silencio el que nos reúne.
te quiero mucho mucho
tu amiguita de salta
Anónimo ha dicho que…
Martín Peter, te felicito, muy bueno. El silencio de justo me encontó y un poco me emocionó!!! Seguí escribiendo papá! Te mando un gran abrazo. Rufo
Betty ha dicho que…
ME ENCANTÓ...no conocía tus dotes de escritor... peror buenísimo... leí Catacumbas, MUY BUENO.... Te felicito, hermosísisisisimoo lo que haces!!!! Betty...
Anónimo ha dicho que…
Me gustan tus cuentos, los leo siempre, ahora me lleve una sorpresa al ver los dibujos, IMPRESIONANTE!
Carolina.
Anónimo ha dicho que…
Me gustó... muy bueno escribiendo... para cuando la publicación de La corrida de San Martin, un pequeño paso para un hombre un gran salto para la humanidad!!!
Abrazo!!!

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