Siempre me han dicho que me calle si no sabía de lo que estaba hablando. Incluso en el colegio siempre me piden que preste atención, pero es muy difícil hacerlo porque detrás de mí se escucha un alboroto constante. Cuando me distraigo comienzo a hablar con mis compañeros, y como estoy sentado en el primer banco, debo darme vuelta para hacerlo; y es por eso que siempre me retan. Detrás de mí, sólo dos filas, se sienta Amelié. Su nombre es raro porque no conozco otra persona con ese nombre en todo mi mundo, el que se compone de mis papás, mis hermanos y mi perro Homero; el almacenero Julio, mis vecinos Ana y Carlos; mis nueve primos, mis dos maestras y todos mis compañeros del sexto grado. De toda esa gente nadie se llama así ni remotamente. Ella es una chica fabulosa, lo he escuchado decir muchas veces: “¡Amelié es grandiosa! ¡Es estupenda!”, murmuran en los recreos. Muchos dicen que los padres eligieron ese nombre por una película francesa, pero yo no la he visto. Creo que nunca hubie